intuiciones y sentires sobre el arte del acompañamiento espiritual. Un blog de Juan Manuel Otero Barrigón
miércoles, 24 de julio de 2024
Mística no es quietismo ni espiritualismo
domingo, 23 de junio de 2024
La mundanidad espiritual y sus distintos rostros
(Imagen: Adarsh Kummur) Un viejo adagio latino reza: "Corruptio optimi pessima", la corrupción de lo mejor es lo peor. Esta sentencia encapsula la idea de que cuando algo (o alguien) intrínsecamente bueno, noble o virtuoso se corrompe, el resultado suele ser especialmente destructivo.
En la vida contemporánea, a menudo, lo espiritual puede reducirse a dimensiones banales cuando se distorsiona o se manipula. La degradación de lo espiritual a un nivel de trivialidad o materialismo es un riesgo asociado al problema de la mundanidad espiritual.
La mundanidad espiritual puede manifestarse de distintas maneras. Una de las más frecuentes, conocida por todos, se refleja en el anquilosamiento de las instituciones religiosas o espirituales, que muchas veces se centran más en el poder, la riqueza y la influencia que en la verdadera vocación de ser fuentes de irradiación de lo sagrado. En lugar de ser vías de expresión de lo trascendente, pueden tornarse espacios limitados al horizonte de su propia supervivencia material y beneficio, alejándose de sus raíces profundas.
Otra situación muy común, aunque a nivel individual, se trasluce en aquellas personas que, al decir de los viejos tratados morales, hacen "profesión de vida perfecta". Es decir, personas que públicamente adoptan una imagen de virtud y pureza impecables, escondiendo tras esa fachada debilidades, conflictos internos, y, en algunos casos, hipocresía pura y dura. El resultado suele ser una vida inauténtica, ya que todo camino espiritual recorrido genuinamente implica una honesta auto-observación y disposición a reconocerse vulnerables, lo cual, paradójicamente, tiende a fortalecer la integridad moral y la conexión con los demás.
Una tercera forma de mundanidad espiritual se traduce contemporáneamente en el acercamiento superficial a las prácticas espirituales, sin un verdadero compromiso interior. En las sociedades posmodernas, a veces vemos cómo la espiritualidad se limita a una moda o tendencia de consumo, un producto más del mercado, orientado a la cultura del "wellness". En estos casos, la meditación, el yoga o los mismos rituales religiosos se practican sin una comprensión cabal de su simbolismo inherente o sin una intención genuina de transformación interior. En definitiva, una espiritualidad de maquillaje. Dicha banalización de lo espiritual reduce prácticas riquísimas a simples actividades de bienestar, perdiendo por el camino su esencia y su capacidad de inspirar un movimiento verdadero.
Pero la mundanidad espiritual también puede camuflarse en discursos mucho más sutiles, disfrazada en actitudes que pretenden simular la superación del barro de la vida cotidiana . Ocurre, por caso, cuando con la excusa de llevar una vida espiritual huimos de la realidad en lugar de enfrentarla y accionar en pos de su transformación. Esta tentación es muy recurrente, sobre todo considerando las complejidades de la vida social, cultural y política que hoy a todos nos atraviesan, y que por momentos pueden resultarnos agobiantes. No obstante, cuando buscamos en la espiritualidad una manera de evitar el dolor, el conflicto, o la responsabilidad, nos alejamos de la posibilidad de la exploración profunda y de contribuir de manera activa a la mejora del mundo, siendo que no hay camino espiritual fuera del reconocimiento de nuestra interdependencia con todos los seres.
Juan Manuel Otero Barrigón
sábado, 8 de junio de 2024
Psicología Analítica, Espiritualidad Ignaciana y trabajo con las imágenes
(Imagen: Nico Bau) // Un punto de encuentro valioso entre la psicología analítica y la espiritualidad ignaciana se halla en la importancia que se le otorga al trabajo con las imágenes. Ambos caminos resaltan el valor de la imaginación como portal de entrada a la interioridad, donde las imágenes cobran vida propia. Las imágenes son como fulgores de luz en la penumbra, que revelan verdades que la mente no alcanza a expresar con palabras. En este espacio creativo de contemplación y silencio, las imágenes nos hablan en el lenguaje universal de los símbolos, trascendiendo las limitaciones de la razón.
La imagen es un reflejo de nuestra historia personal y colectiva. Su valor radica en su capacidad para evocar emociones, despertar recuerdos y desencadenar procesos de transformación interior. Son portadoras de significados simbólicos que pueden revelar verdades ocultas y guiar nuestro caminar hacia mayores niveles de comprensión y sabiduría. Al contemplarlas, nos encontramos con aspectos propios que han estado ocultos, ayudándonos a sanar y crecer. En este sentido, el trabajo con imágenes constituye un acto de revelación, donde el alma puede ir desplegándose en su hondura.
En la psicología analítica, las imágenes se usan como herramientas para explorar el inconsciente y comprender mejor los procesos internos de la psique. Las imágenes brotan en sueños, fantasías o visualizaciones, revelando recovecos profundos que estimulan el proceso de individuación, debido a su carácter numinoso. La imagen opera como un símbolo que muchas veces nos permite abrimos a la experiencia de lo sagrado.
Por su parte, en la espiritualidad ignaciana la imaginación es sensiblemente dinamizadora, ya que a través de ella el ejercitante puede visualizar escenas bíblicas y ponerse en la presencia de Dios. Esta capacidad de imaginar no solo nos ayuda a integrar mejor las verdades espirituales, sino que también nos permite experimentarlas de manera más vívida y personal, o en lenguaje ignaciano, saborearlas. En los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, el uso de la imaginación se destaca en la Segunda y Tercera Semana. En estas etapas, se invita al ejercitante a imaginar y contemplar los acontecimientos de la vida de Jesús, desde su encarnación y vida pública hasta su Pasión y muerte. La imaginación permite visualizar y experimentar de manera más expresiva los misterios de la fe, lo que ayuda a profundizar en la relación personal del ejercitante con Dios. Siendo un ejercicio espiritual en sí misma, la imaginación facilita el diálogo con Él de una manera íntima y creativa.
Las imágenes son la herramienta con la que moldeamos el barro de la realidad, creando (o recreando) mundos, y abriendo posibilidades casi infinitas. Su poder vive en su capacidad de comunicar de manera resonante y directa. En el trabajo con imágenes, encontramos el puente entre lo visible y lo invisible, entre lo concreto y lo abstracto, entre lo material y lo espiritual. A través del trabajo con ellas podemos abrazar la riqueza de la experiencia humana en dimensiones más profundas de plenitud y misterio.
Juan Manuel Otero Barrigón
martes, 30 de abril de 2024
miércoles, 10 de abril de 2024
Cura Personalis

La palabra "cura" proviene del latín "curare", que significa "cuidar", "atender", "ocuparse de". Por tanto, "cura personalis" implica un cuidado profundo de la persona toda, en sus distintas dimensiones: física, emocional, intelectual, espiritual. Una mirada particular que reconoce la dignidad y el valor intrínseco de cada ser humano, promoviendo su crecimiento en los diversos aspectos de su vida.
En la práctica de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, la cura personalis se manifiesta en la compañía atenta y personal que aquel que da los ejercicios brinda a cada ejercitante, ayudándolo a discernir la voluntad de Dios en su vida y a crecer en su relación con Él. De esta manera, aquel que recibe los ejercicios se va tornando más responsable de sus elecciones, mediado por una atención pastoral singular y amorosa.
Algo parecido acontece en el ámbito psicológico clínico. En el espacio analítico, la cura personalis supone un abrazo acogedor que invita al analizado a explorar las profundidades de su psique. En este proceso, la relación analítica juega un papel crucial. El espacio analítico es un espacio de confianza y apertura donde podemos ser nosotros mismos sin juicios ni prejuicios. A través del diálogo y la interpretación simbólica, se despliega un camino de transformación interior donde las heridas se convierten en puertas hacia la sanación y la integración. El analizado tiene la posibilidad de descubrir su verdad más íntima y vulnerable, con la confianza de ser aceptado y acompañado en su viaje. Este proceso de autoconocimiento y aceptación de la totalidad del ser es fundamental para la cura personalis, ya que permite al sujeto integrar aspectos de sí mismo que estaban separados o reprimidos, llevándolo a una mayor coherencia y plenitud interior.
En el territorio sagrado de la psique, la cura personalis constituye un acto de amor, un reconocimiento profundo de la humanidad del otro, y un compromiso con la totalidad de su ser. Un proceso que trasciende la mera psicoterapia para promover la genuina individuación (comunión con lo divino), donde sombras y luces descubren la posibilidad de entrelazarse en una danza desvelada de reconciliación.
Juan Manuel Otero Barrigón
sábado, 9 de marzo de 2024
Escucha
viernes, 9 de febrero de 2024
Pequeño elogio al Diálogo Interreligioso

Podemos imaginar un jardín donde florecen las palabras, donde cada pétalo de fe despliega su esencia única, pero enredándose armoniosamente con las demás, formando un paño de aromas y colores.
El diálogo interreligioso nace muchas veces en la noche oscura del desconocimiento, guiando a los buscadores de verdad hacia la orilla segura del encuentro y la escucha. En su luz serena, se disipan las sombras del temor y la desconfianza, pudiendo abrirse paso la esperanza de un mundo donde la diversidad sea celebrada como un tesoro invaluable.
El llamado es incesante. El Papa Francisco dijo recientemente que "el diálogo interreligioso es un servicio urgente e insustituible para la humanidad, para alabanza y gloria del Creador de todos".
Cada intercambio de palabras es como una gota de rocío que refresca el alma sedienta de comprensión, nutriendo la tierra árida de la extrañeza con la promesa perenne de la paz. Si la escucha es sagrada, las diferencias se tornan un puente hacia la unidad, y el respeto mutuo puede florecer como un jardín en flor.
El misterio de lo divino puede contemplarse en todas sus manifestaciones; recordándonos que, más allá de las doctrinas y su belleza, late un corazón común en cada ser humano. Martin Buber afirmaba que "el encuentro es la esencia de la relación humana". Sólo en este banquete del encuentro es donde podemos vislumbrar la riqueza de la unidad en la diversidad, y encontrar la amistad que anhelamos en un abrazo amoroso.
Juan Manuel Otero Barrigón