lunes, 16 de octubre de 2023

Sobre una frase de Javier Melloni SJ : "Es idolatría pensar que nuestra religión agota a Dios"

En una entrevista publicada originalmente en la revista Mensaje (2020), el antropólogo jesuita Javier Melloni planteaba lo siguiente: "Es idolatría pensar que nuestra religión agota a Dios, es una barbaridad teológica. Hemos recibido una Revelación que nos colma, y la irradiación del gozo pascual nos lleva a anunciar lo que ha sucedido en Jesús. Pero esto no impide que escuchemos cómo Dios se ha manifestado en otras tradiciones y que mutuamente nos enriquezcamos de las inacabables experiencias de Dios -o del Absoluto- que provienen de las distintas religiones. Hoy esto es necesario para la supervivencia, tanto de las mismas religiones como de la especie humana (...) ¿Cómo construir entonces un camino adecuado? Asumiendo que hay fecundidad en la complementariedad. Al encuentro entre Oriente y Occidente agregaría un tercero: el indígena, que nos lleva a nuestros vínculos con la tierra. Debemos mirar honestamente nuestras carencias y mirar amablemente las aportaciones de los demás. Hemos de pasar de competir entre totalidades a compartir plenitudes. Es lo que las religiones han de hacer, humildemente" (...) Hay que escuchar cómo Dios se manifiesta en otras tradiciones y enriquecernos mutuamente de sus inacabables experiencias”.

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Los conceptos humanos de Dios, forjados a través de los siglos, son como pequeñas luciérnagas que brillan en la oscuridad del misterio divino. Cada religión y cada filosofía espiritual tejen su propio tapiz de creencias y rituales, pero estos son solo hilos en el gran telar de la espiritualidad universal. Cuando creemos que nuestra religión o perspectiva individual puede abarcar completamente a Dios, caemos en el pantano de la idolatría.

Cuando elevamos nuestras creencias religiosas al rango de absolutas, cuando pretendemos que nuestra comprensión finita puede agotar la inmensidad divina, construimos ídolos de nuestras propias creaciones y limitamos a Dios a los confines de nuestras doctrinas y dogmas. Nos olvidamos que la divinidad es inabarcable, infinita, más allá de cualquier categorización humana.

La idolatría, en el contexto en el que Melloni la menciona, no se refiere solamente a la adoración de ídolos físicos, sino también a la construcción de conceptos limitados de Dios que encierran a lo divino en un pequeño rincón de nuestra comprensión. Es un acto de arrogancia espiritual que reduce a Dios a una caricatura de nuestra propia imagen y semejanza.

Dios, o el concepto que cada uno pueda tener de lo divino, es un océano infinito de significado y potencialidad. Ninguna religión, ningún sistema de creencias puede contenerlo ni agotarlo. Cuando intentamos hacerlo, limitamos a Dios, lo encasillamos en nuestras categorías humanas. La humildad espiritual nos llama a reconocer la inmensidad de lo divino y a abrazar la confianza que ello conlleva. En lugar de intentar definir a Dios, podemos abrirnos a la posibilidad de que las palabras y los conceptos son solo aproximaciones imperfectas de una verdad que supera nuestra capacidad de comprensión. En ese espacio de humildad, encontramos una disposición a aprender de las distintas tradiciones y una apertura a la belleza de la diversidad espiritual.

La sabiduría de lo que Melloni sugiere nos invita a recordar que, aunque nuestras religiones y tradiciones espirituales pueden ser senderos sagrados, no son el fin en sí mismos. Son como ventanas a través de las cuales vislumbramos la vastedad de lo sagrado, pero que nunca pueden consumirlo por completo. Cada religión, cada fe, es una perspectiva única en un amplio paisaje espiritual.

Juan Manuel Otero Barrigón