miércoles, 10 de abril de 2024

Cura Personalis

 "Cura Personalis" es una expresión latina que se traduce como "cuidado de la persona". En el contexto de la espiritualidad ignaciana y la pedagogía de la Compañía de Jesús, esta fórmula referencia la atención integral y particular que se presta a cada individuo, teniendo en cuenta su situación única, sus necesidades particulares, su contexto específico.

La palabra "cura" proviene del latín "curare", que significa "cuidar", "atender", "ocuparse de". Por tanto, "cura personalis" implica un cuidado profundo de la persona toda, en sus distintas dimensiones: física, emocional, intelectual, espiritual. Una mirada particular que reconoce la dignidad y el valor intrínseco de cada ser humano, promoviendo su crecimiento en los diversos aspectos de su vida.

En la práctica de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, la cura personalis se manifiesta en la compañía atenta y personal que aquel que da los ejercicios brinda a cada ejercitante, ayudándolo a discernir la voluntad de Dios en su vida y a crecer en su relación con Él. De esta manera, aquel que recibe los ejercicios se va tornando más responsable de sus elecciones, mediado por una atención pastoral singular y amorosa.

Algo parecido acontece en el ámbito psicológico clínico. En el espacio analítico, la cura personalis supone un abrazo acogedor que invita al analizado a explorar las profundidades de su psique. En este proceso, la relación analítica juega un papel crucial. El espacio analítico es un espacio de confianza y apertura donde podemos ser nosotros mismos sin juicios ni prejuicios. A través del diálogo y la interpretación simbólica, se despliega un camino de transformación interior donde las heridas se convierten en puertas hacia la sanación y la integración. El analizado tiene la posibilidad de descubrir su verdad más íntima y vulnerable, con la confianza de ser aceptado y acompañado en su viaje. Este proceso de autoconocimiento y aceptación de la totalidad del ser es fundamental para la cura personalis, ya que permite al sujeto integrar aspectos de sí mismo que estaban separados o reprimidos, llevándolo a una mayor coherencia y plenitud interior.

En el territorio sagrado de la psique, la cura personalis constituye  un acto de amor, un reconocimiento profundo de la humanidad del otro, y un compromiso con la totalidad de su ser. Un proceso que trasciende la mera psicoterapia para promover la genuina individuación (comunión con lo divino), donde sombras y luces descubren la posibilidad de entrelazarse en una danza desvelada de reconciliación.

Juan Manuel Otero Barrigón

sábado, 9 de marzo de 2024

Escucha


“Escucha” (Mc 12,29).

Quien ama se dedica a escuchar.

La atención es la más rara y pura forma de generosidad” (Simone Weil).


viernes, 9 de febrero de 2024

Pequeño elogio al Diálogo Interreligioso

(Imagen: Sam Christensen) // En el escenario complejo del entendimiento humano, donde los caminos de la fe se entrelazan como ríos que convergen en un solo océano, el diálogo interreligioso asoma como un puente de luz sobre aguas misteriosas y profundas. En el mapa colorido de  tradiciones diversas, cada sílaba pronunciada es como una nota en el concierto universal de la comprensión.

Podemos imaginar un jardín donde florecen las palabras, donde cada pétalo de fe despliega su esencia única, pero enredándose armoniosamente con las demás, formando un paño de aromas y colores. 

El diálogo interreligioso nace muchas veces en la noche oscura del desconocimiento, guiando a los buscadores de verdad hacia la orilla segura del encuentro y la escucha. En su luz serena, se disipan las sombras del temor y la desconfianza, pudiendo abrirse paso la esperanza de un mundo donde la diversidad sea celebrada como un tesoro invaluable. 

El llamado es incesante. El Papa Francisco dijo recientemente que "el diálogo interreligioso es un servicio urgente e insustituible para la humanidad, para alabanza y gloria del Creador de todos".

Cada intercambio de palabras es como una gota de rocío que refresca el alma sedienta de comprensión, nutriendo la tierra árida de la extrañeza con la promesa perenne de la paz. Si la escucha es sagrada, las diferencias se tornan un puente hacia la unidad, y el respeto mutuo puede florecer como un jardín en flor.

El misterio de lo divino puede contemplarse en todas sus manifestaciones; recordándonos que, más allá de las doctrinas y su belleza, late un corazón común en cada ser humano. Martin Buber afirmaba que "el encuentro es la esencia de la relación humana". Sólo en este banquete del encuentro es donde podemos vislumbrar la riqueza de la unidad en la diversidad, y encontrar la amistad que anhelamos en un abrazo amoroso.

Juan Manuel Otero Barrigón


jueves, 23 de noviembre de 2023

El magis ignaciano, un faro esencial

 

 En la espiritualidad ignaciana, magis es un principio muy rico que trasciende las palabras y se sumerge en la esencia misma del camino espiritual. Es un llamado a lo "más" grande, a lo "más" profundo, a lo "más" auténtico en la vida de las personas.

Vivimos en un mundo saturado de estímulos, donde la búsqueda constante de eficiencia y éxito pueden eclipsar la riqueza de la profundidad personal y la conexión genuina.  En medio de la presión constante por hacer más en menos tiempo, el magis nos invita a orientarnos de manera decidida a lo que verdaderamente importa. Nos invita a medir nuestro progreso no solo en términos de logros externos, sino en la calidad de nuestras relaciones, la autenticidad de nuestras experiencias y la contribución positiva al bien común.

El magis no es una búsqueda de lo "más" en un sentido material o superficial. No apunta a la acumulación de posesiones, títulos o reconocimientos. Es una búsqueda de lo "más" en un sentido trascendental y humano: la búsqueda de una vida más plena, más significativa y más alineada con valores profundos.

Este despliegue del magis a menudo nos lleva a cuestionar nuestras elecciones y prioridades. Nos desafía a mirar más allá de lo inmediato y a considerar el impacto más amplio de nuestras acciones en nosotros mismos, en los demás y en el mundo en general. Nos llama a ser más conscientes, más compasivos y más comprometidos con un servicio generoso. 

El magis también supone una profunda relación con la libertad interior. Significa elegir de manera consciente y libre lo que nos lleva hacia una vida más plena y significativa. A veces, esto puede implicar renunciar a comodidades o placeres temporales en favor de un bien mayor y duradero.

Junto con el crecimiento personal, el magis también conlleva una dimensión de servicio y compasión. La búsqueda de la excelencia no es egoísta; es una invitación a usar nuestros talentos y dones en favor de la comunidad. Encontramos el magis no solo en nuestras victorias personales, sino especialmente en la forma en la que contribuimos al bienestar de los demás y de la sociedad en la que vivimos.

MIGUEL ANGEL FIORITO SJ, referente clásico de la escuela ignaciana y formador espiritual del PAPA FRANCISCO, comentaba:   "Este ―deseo de más…‖ es la condición de toda elección o reforma de vida (...)" ("Buscar y hallar la voluntad de Dios", Paulinas, pág. 53).  La elección de vida involucra en sí misma  un acto de profunda introspección y discernimiento. Se trata de sopesar las opciones y considerar no solo lo que es conveniente o deseado, sino lo que es más auténtico y significativo en nuestra relación con Dios y con los demás. La elección de vida no se limita a una carrera o un camino profesional, sino que abarca todas las dimensiones de la existencia, incluyendo lo espiritual, lo relacional y lo ético.

De alguna manera, el espíritu del magis está contenido también en aquella famosa frase atribuida erróneamente a JUNG (que aunque refleja su pensamiento, no fue escrita por el sabio suizo) y que por el contrario pertenece a JOSEPH CAMPBELL (está incluida en la introducción a su obra "Reflexiones sobre la vida"), la cual dice: "El privilegio de una vida es convertirte en quien realmente eres". En la tradición ignaciana, esta conversión supone la disposición a ser alimentados desde la Fuente, respondiendo al llamado a una mayor entrega a Dios y a una mayor dedicación al servicio de los demás. Implica la elección de vivir de una manera que sea más congruente con nuestra naturaleza interior. Como el poeta RUMI también lo expresara bellamente, "Donde quiera que estés, crece desde ahí". 

Pero el magis no es un estándar imposible de alcanzar que nos haga sentirnos inadecuados. Es más bien una invitación constante a ser mejores, a crecer en nuestra humanidad, y a amar de manera más profunda. Lo cual implica autoconocimiento sincero; ya no como práctica superficial desprendida de la cultura posmoderna del bienestar, sino como camino permanente y comprometido hacia el desnudamiento de la Realidad que nos habita. 

Juan Manuel Otero Barrigón


lunes, 16 de octubre de 2023

Sobre una frase de Javier Melloni SJ : "Es idolatría pensar que nuestra religión agota a Dios"

En una entrevista publicada originalmente en la revista Mensaje (2020), el antropólogo jesuita Javier Melloni planteaba lo siguiente: "Es idolatría pensar que nuestra religión agota a Dios, es una barbaridad teológica. Hemos recibido una Revelación que nos colma, y la irradiación del gozo pascual nos lleva a anunciar lo que ha sucedido en Jesús. Pero esto no impide que escuchemos cómo Dios se ha manifestado en otras tradiciones y que mutuamente nos enriquezcamos de las inacabables experiencias de Dios -o del Absoluto- que provienen de las distintas religiones. Hoy esto es necesario para la supervivencia, tanto de las mismas religiones como de la especie humana (...) ¿Cómo construir entonces un camino adecuado? Asumiendo que hay fecundidad en la complementariedad. Al encuentro entre Oriente y Occidente agregaría un tercero: el indígena, que nos lleva a nuestros vínculos con la tierra. Debemos mirar honestamente nuestras carencias y mirar amablemente las aportaciones de los demás. Hemos de pasar de competir entre totalidades a compartir plenitudes. Es lo que las religiones han de hacer, humildemente" (...) Hay que escuchar cómo Dios se manifiesta en otras tradiciones y enriquecernos mutuamente de sus inacabables experiencias”.

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Los conceptos humanos de Dios, forjados a través de los siglos, son como pequeñas luciérnagas que brillan en la oscuridad del misterio divino. Cada religión y cada filosofía espiritual tejen su propio tapiz de creencias y rituales, pero estos son solo hilos en el gran telar de la espiritualidad universal. Cuando creemos que nuestra religión o perspectiva individual puede abarcar completamente a Dios, caemos en el pantano de la idolatría.

Cuando elevamos nuestras creencias religiosas al rango de absolutas, cuando pretendemos que nuestra comprensión finita puede agotar la inmensidad divina, construimos ídolos de nuestras propias creaciones y limitamos a Dios a los confines de nuestras doctrinas y dogmas. Nos olvidamos que la divinidad es inabarcable, infinita, más allá de cualquier categorización humana.

La idolatría, en el contexto en el que Melloni la menciona, no se refiere solamente a la adoración de ídolos físicos, sino también a la construcción de conceptos limitados de Dios que encierran a lo divino en un pequeño rincón de nuestra comprensión. Es un acto de arrogancia espiritual que reduce a Dios a una caricatura de nuestra propia imagen y semejanza.

Dios, o el concepto que cada uno pueda tener de lo divino, es un océano infinito de significado y potencialidad. Ninguna religión, ningún sistema de creencias puede contenerlo ni agotarlo. Cuando intentamos hacerlo, limitamos a Dios, lo encasillamos en nuestras categorías humanas. La humildad espiritual nos llama a reconocer la inmensidad de lo divino y a abrazar la confianza que ello conlleva. En lugar de intentar definir a Dios, podemos abrirnos a la posibilidad de que las palabras y los conceptos son solo aproximaciones imperfectas de una verdad que supera nuestra capacidad de comprensión. En ese espacio de humildad, encontramos una disposición a aprender de las distintas tradiciones y una apertura a la belleza de la diversidad espiritual.

La sabiduría de lo que Melloni sugiere nos invita a recordar que, aunque nuestras religiones y tradiciones espirituales pueden ser senderos sagrados, no son el fin en sí mismos. Son como ventanas a través de las cuales vislumbramos la vastedad de lo sagrado, pero que nunca pueden consumirlo por completo. Cada religión, cada fe, es una perspectiva única en un amplio paisaje espiritual.

Juan Manuel Otero Barrigón

sábado, 29 de julio de 2023

Acompañar: Un Baile de Almas en el Presente

En el lienzo del alma, el acompañamiento espiritual se erige como un arte sublime. Como pinceles delicados, el silencio y las palabras se entretejen, pintando el paisaje de emociones y sueños compartidos. El acompañante, si es artista despierto y amoroso, despliega su lienzo en blanco para acoger las vivencias del otro.

    En la paleta de la escucha activa se mezclan los tonos de la comprensión y la empatía, creando matices de alivio y sanación. Con cada trazo, se dibuja la ruta hacia la verdad interior, en consonancia con la voluntad de lo Alto. La danza del tiempo se desvanece, y el presente se tiñe de eternidad.

    En la galería del corazón, el acompañado comparte sus vivencias con valentía, mientras el acompañante sostiene las lágrimas y celebra las risas

    El arte del acompañamiento es un acto de entrega, donde el don de uno se convierte en el lienzo donde el otro encuentra su propio color. Es un abrazo en silencio y una mirada que comprende sin juzgar. Es un canto de esperanza y un faro que ilumina, aún los pasos dados en penumbras.

    El alma del acompañante y del acompañado se entrelazan, tejidas por los hilos invisibles de la verdad y la confianza. Juntos caminan por el lienzo de la vida, esculpiendo sueños y transformando heridas en cicatrices de amor. En tanto guía el Espíritu, ambos encuentran su refugio, su hogar en el abrazo del Otro.

Juan Manuel Otero Barrigón

sábado, 1 de julio de 2023

Sobre los cristianos anónimos

 En el pensamiento cristiano contemporáneo, existe una figura potente orientada a construir una Cultura por la Paz. Se sintetiza en la expresión "cristianos anónimos", que a mediados del siglo XX, propuso el teólogo jesuita Karl Rahner. Con ella, Rahner se refería a las personas que viven de acuerdo con la voluntad de Dios, aunque no se identifiquen como cristianas. Rahner sostenía que la gracia de Dios está disponible para todas las personas, más allá de su afiliación religiosa. Una noción que amplió universalmente el horizonte de salvación, abarcando a todos los seres humanos por igual. El pensamiento de Rahner inspiró algunas de las líneas directrices seguidas por el Concilio Vaticano II. Entre ellas, la valoración del tesoro de sabiduría contenido en otras tradiciones. Aquellas "semillas de verdad" referidas en la Declaración Nostra Aetate, donde textualmente se lee: "La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones es verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de los que ella mantiene y propone, no pocas veces reflejan, sin embargo, un destello de aquella verdad que ilumina a todos los hombres" (Octubre de 1965). Según Rahner, los "cristianos anónimos" se encuentran entre quienes siguen otros caminos religiosos e incluso entre aquellas personas que no se identifican con ninguna religión. Rahner sostenía que estas personas, aunque no sean conscientes de ello, pueden estar en comunión con Dios y vivir según los valores del Evangelio, aún sin presentarse como cristianas. La tesis de que hay muchos cristianos que no se identifican explícitamente como tales nos recuerda que la búsqueda de la paz y de la verdad no son propiedad exclusiva de una tradición o religión en particular. Los valores como el amor, la compasión, la justicia y el perdón son universales y practicados por personas de todas las creencias e incluso por personas sin creencias religiosas. Por otro lado, la expresión "cristianos anónimos" nos invita a reflexionar también sobre la importancia que tiene el testimonio de vida, por encima de la mera identificación nominal con una religión o filosofía. Esto significa que lo trascendente, ya no es tanto la categoría a la que pertenecemos, sino el modo en el que vivimos nuestros valores en el mundo. Si buscamos la paz en nuestras relaciones y comunidades, tendremos que actuar de manera coherente con esos valores en nuestro día a día. Desafío y compromiso evangélicos que pueden encontrarse por doquier. Tanto dentro como fuera de las instituciones. En lugar de adoptar una actitud intransigente o exclusivista en nuestra comprensión de la religión, Rahner sugiere la importancia de una actitud humilde y abierta a las diferentes formas en las que la espiritualidad puede manifestarse en la vida de las personas. Al reconocer que hay diversos caminos para buscar la paz y la plenitud humana, podemos fomentar un diálogo interreligioso genuino y una cooperación más amplia en nuestra búsqueda común de un mundo más pacífico y justo.

Juan Manuel Otero Barrigón